El comandante de escuadrón, Juan Aguilera, es otra de las grandes figuras en activo del Ejército del Aire de España. Al mando del considerado como uno de los mejores escuadrones aéreos de combate de la OTAN, Juan Aguilera es todo un referente en liderazgo y tácticas militares.
Quién lo hubiese dicho cuando era un adolescente y vivía en un pequeño pueblo de la provincia de Sevilla. Proveniente de una familia pobre, sus únicas aspiraciones eran trabajar en el campo y ayudar a los suyos en el pueblo. Todo cambió cuando fue llamado a realizar el servicio militar obligatorio. Tras realizar la instrucción, fue destinado a la Base Aérea de Zaragoza. Ahí se maravilló al ver, a los ese entonces, novedosos caza bombarderos F-18 americanos. Algo cambió en su interior, un apetito insaciable que no sabía controlar. La necesidad imperiosa de volar y convertirse en un piloto de combate.
A pesar de su origen humilde, Juan Aguilera impresionó a todos sus mandos por su gran potencial y ambición en hacer carrera en las fuerzas aéreas. Tanto fue así, que uno de los oficiales aceptó recomendarlo para la academia del Ejército del Aire. Tras muchos esfuerzos, el joven teniente Aguilera se graduó el primero de su promoción y fue destinado a la Base Aérea de Morón. Ahí pasó a formar parte del recién creado escuadrón 111 ‘Diablos de Hispania’, al mando en ese entonces del capitán Guillermo Odén.
Pronto sus aptitudes para el vuelo fueron notables. Su agudeza al volar y su capacidad de adelantarse a los movimientos de sus rivales en las maniobras le ganaron el apodo de ‘Lince.’ Su valía fue tal, que en 2001 fue seleccionado para un programa especial de colaboración con la USAF. Mediante el cual, fue integrado durante seis meses en un escuadrón de combate norteamericano, el VFA-32 ‘Swordsmen’, y participó en operaciones de combate en Afganistán. Fue ahí donde conoció por primera vez al entonces capitán Jack Preston y al teniente Derek Chapman de la USAF. Con ambos trabó una gran amistad que aún hoy en día perdura, gracias a que más tarde estuvieron destinados con él en la Base Aérea de Morón.
Desde entonces, subió de rango hasta convertirse en el comandante de su querido escuadrón ‘Diablos de Hispania’, tras haber sido la mano derecha del coronel Guillermo Odén. Podría haber seguido ascendiendo, y quizás hoy en día sería ya coronel y estaría al mando del Ala 11. Pero Juan no imagina su vida sin poder pilotar un caza de combate, detesta el trabajo de oficina y a los burócratas militares. Es por ello que se conforma con seguir siendo comandante de escuadrón. Para él es la mayor felicidad posible, ser responsable de los mejores pilotos que había conocido y saber que, llegado el momento, ellos serán los únicos capaces de marcar la diferencia.
